August 26th, 2022
by Pneumadelic Blog
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Dios tiene miles de lenguajes con los cuales suele comunicarse con nosotros, casi podría decirse que tiene un lenguaje único y particular para cada uno de sus hijos. En la medida que caminamos con Él y nos acercamos más a Él, vamos descubriendo todos estos lenguajes tan particulares con los que nos habla.
El más interesado en que podamos escuchar a Dios es Él mismo, por eso se toma el tiempo de desarrollar lenguajes especiales que nos lleven a escuchar su voz y dentro de todo ese proceso personal, hay momentos donde vienen “llamados de atención” que nos despiertan a verdades que Él quiere revelarnos.
En este último tiempo he podido notar un mensaje recurrente que Dios ha traído a mi vida y que hoy siento la necesidad de compartir. Toda la vida he sido una persona que ha luchado con sus inseguridades y que tiene la facilidad de magnificar sus incapacidades, algo así como Moisés. En muchos aspectos logro identificarme con él y con muchos otros personajes que lucharon con lo mismo en la Biblia. Pienso que todos tenemos distintos puntos grises que de alguna manera u otra siempre buscamos restaurar y en medio de esta búsqueda, nos podemos topar con excelentes consejos, palabras de aliento, frases e incluso predicaciones que efectivamente hacen su parte y nos pueden sacar de momentos en los que podemos llegar a sentirnos atascados, ahogados o tal vez perdidos en nuestros pensamientos que solo nos gritan lo incapaces que podemos ser.
No puedo negar que en oportunidades palabras como “vas a lograrlo”, “esto no te va a quedar grande”, “tú puedes”, “tienes el potencial”, “tienes la capacidad”, “no voy a dejar que esto me gane” y cualquier otra que pueda venir a tu mente, son frases que en momentos nos llenan de valor y coraje, y que definitivamente nos llevan a superar obstáculos y muchas veces a vencer barreras y temores. Incluso llegamos a pensar cómo Dios mismo nos alienta con frases como estas y nos sentimos llenos de fuerza para avanzar, y de alguna manera podemos superar momentos de crisis y lograr ver las cosas de forma distinta. Sin embargo, esa no es la manera en la que realmente Dios nos alienta, esa no es la forma en la que Él quiere ayudarnos a atravesar o superar nuestras debilidades o insuficiencias, por eso necesitamos cuidar nuestro corazón de poner el enfoque en el lugar correcto.
En los pasados días leía una parte de un libro llamado Free of Me de Sharon Miller y fue allí donde pude notar a Dios hablándome y enseñándome una verdad que, para mí, fue una advertencia para entender cuál es el verdadero enfoque en el que debo apoyarme para superar mis inseguridades y luchas internas. Lo que me movió el piso fue un versículo tan conocido por todos que muchas veces tendemos a pasarlo de largo. Se trata de Filipenses 4:13 que, bien sabemos, dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. En nuestra lucha por superar nuestras debilidades podemos aferrarnos a muchas cosas, pero nos olvidamos de esta verdad o sencillamente nos desenfocamos de ella.
Por lo general, lo que nos ocurre es que nos quedamos con la primera parte del versículo: “Todo lo puedo”, ahí es donde vienen a nuestra mente las miles de frases que hemos escuchado, cristianas y no cristianas, que nos dicen que somos capaces y que efectivamente “todo lo podemos”. Nos llenamos de motivos, nos sentimos empoderados para lograr las metas, los sueños, superar nuestras debilidades, enfrentar nuestros temores, o sencillamente para vivir el día a día que, a veces, resulta un reto suficientemente grande. Sin embargo, nos olvidamos de que el versículo también dice “en Cristo que me fortalece”. Con demasiada facilidad caemos en pretender enfrentarlo todo y pelear en nuestras propias fuerzas porque creemos que “todo lo podemos”, caemos en un engaño y nos desviamos por el espejismo de poder con todo. Por supuesto que logramos ciertas cosas, podemos ver ciertos resultados, pero a la larga, veremos que el esfuerzo fue demasiado, el resultado poco y la inseguridad sigue siendo la misma.
En el libro que les cuento, dice algo que me abrió los ojos a esta verdad y fue el ver cómo obra Dios cuando vamos a Él y reconocemos nuestra debilidad. Allí habla de Moisés, del momento en el que se encuentra con Dios y es comisionado, pero luego Moisés sale con las famosas perlas que ya todos conocemos: “no puedo”, “no sé hablar”, “no me van a escuchar”, “no soy suficiente”, y todas las frases que se te ocurran, que te sepas, y que sabes que te dices a ti mismo. En ese momento Dios saca su mejor arsenal para levantar a Moisés y empoderarlo para su misión, pero notemos que no le dijo: “fresco, tú puedes”, “tú eres capaz”, “eres el mejor en lo que haces”, en fin; Él no le dijo eso, por supuesto tampoco anuló sus debilidades, pero lo que hizo fue dirigir su mirada a quién era Él. Le dijo: "Yo Soy, Yo te llevaré, Yo te daré la capacidad de hablar, Yo dirigiré tus pasos". Aquí radica la diferencia de todo, Dios le dijo, “Tú puedes porque Yo voy contigo”, no exaltó el potencial de Moisés ni le mostró todas las buenas cualidades que poseía, lo que hizo fue redirigir su mirada a quien verdaderamente tenía el potencial y la fuerza y ese era el mismo Dios. Si nos fijamos en la Biblia, muy seguramente vamos a encontrar este mismo panorama con muchos otros hombres y mujeres de Dios a los que Él les dijo lo mismo y al final lograron enfocar su mirada no en su capacidad, sino en el Dios que era todo y tenía todo lo que ellos no tenían. Así como ocurrió con ellos, esta verdad sigue vigente para nosotros, “Yo puedo porque Él va conmigo”.
La invitación de hoy es a que nos detengamos por un momento y nos permitamos escuchar a Dios en medio de cualquiera que sea nuestra situación, que dejemos que el Espíritu Santo nos examine y le demos el control para entender que no es mi capacidad o la tenacidad con la que decida asumir el reto que tenga por delante, sino que podamos enfocar nuestra mirada en el Yo Soy, en quien nos da esa tenacidad para hacerlo porque es nuestra fuerza y todo lo que nosotros no somos. Él es lo que nosotros no somos, Él tiene lo que nos falta y juntos podemos hacerlo todo.
Así que no nos quedemos con el “Todo lo puedo” únicamente, efectivamente, tenemos muchas capacidades para hacer muchas cosas que justamente el mismo Dios ha puesto en nosotros, pero asegurémonos de que estemos EN Cristo, sumergidos EN Él, tan sumergidos que ni siquiera nos veamos nosotros, sino que el que se vea sea Él en todo tiempo. Les aseguro que allí, ya nuestros pensamientos, inseguridades, incapacidades ni siquiera tendrán relevancia porque estaremos completos EN Él.
Mónica Rubio es una mujer, mamá, esposa feliz y dedicada a la enseñanza,
en proceso de aprendizaje constante, con pasión por escribir y con un mensaje por contar.
Sueña con convertirse en escritora de cuentos infantiles y libros que inspiren.
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4 Comments
Muy buen escrito y muy buen mensaje!
Súper muchas gracias por compartirlo, en estos dÃas aprendÃa algo nuevo y lo que escribes me cae de perlas! Porque que aunque todo lo puedo en Cristo, también en Cristo soy más que vencedor, y ese más que vencedor es aquel que vence dos veces, porque cuando cae derrotado se levanta y vence. Por eso es más que vencedor conoce los dos extremos, pero la única forma de lograrlo es viviendo en Cristo profundamente sumergidos, cómo dices!
Excelente mensaje...El tiene todo lo que no tenemos y caminando con El, lo logramos todo...artÃculo confrontador para mi. Gracias
Uf, necesitaba esta palabra. Muchas gracias por este mensaje Moni. BuenÃsimo.