October 28th, 2024
by rafael gonzalez
by rafael gonzalez
Empecé a llorar. Las lágrimas se me caían de los ojos y nadie se daba cuenta. Había caminado por minutos y minutos a lo largo de la playa linda a la que nos llevaron los anfitriones en Salvador de Bahía y me había sentado de manera tal que el mar me golpeara de vez en cuando mientras miraba hacia el horizonte, lejos de otros grupos de personas y con las salpicaduras de agua que ayudaban a disimular. Estaba sintiendo el amor de Dios de una manera intensa porque, ¿qué estaba haciendo yo ahí? ¿Cómo es que estaba conociendo el océano Atlántico, a mis cuarenta años, en Brasil?
Cuando tenía 18, más o menos, durante una vigilia de Pentecostés, un hombre con un don de palabra profética muy acertado, me había dicho que el Señor me llevaría a las naciones. Nunca se me habría ocurrido esa idea, ¿saben? Nunca antes había pensado en eso de ir a las naciones a hablar de Jesús. Pero había aprendido que esas cosas se guardaban en el corazón, así que lo hice. No lo pensaba a menudo, ni estaba enfocado en eso, pero de cuando en cuando escuchaba a alguien predicando acerca de llevar Su Gloria a las naciones y lo recordaba.
Pero olvidar las promesas del Señor es más fácil que tenerlas presentes. No hace falta sino que te deje un amor, te alejes de tus amigos, venga una situación económica difícil, pierdas un ser querido, la soledad te abrume… o algo por el estilo; para que de repente ya no estén por ahí, en tu radar, Sus Palabras. ¿Qué es lo que nos hace olvidar de que la relación con Dios es un asunto constante? De pronto necesitemos repasar a menudo la parábola del sembrador, pero no lo voy a hacer en este texto.
Un día estaba roto, deshecho, después de varias situaciones como esas y me hicieron una invitación a un evento de la iglesia La Casa con Heidy Baker. No me pregunten qué dijo ella, porque no me acuerdo, yo ni sabía quién era. Realmente fui porque hacía unos años había entrado a un salón profético de Sobredosis y me dijeron que iban a hacer eso mismo en el evento. Yo no había podido volver a Sobredosis por el costo de la entrada, así que decidí aprovechar la oportunidad.
Entré al salón. Hoy es mi amiga, pero en esa época, la persona que dirigía al equipo que oraba, no me conocía. Ella no sabía quién era yo, ni yo sabía quién era ella. Por eso me sorprendió tanto que hablara de mi vida como si lo supiera todo. “Te veo caminando en medio de una guerra, casi puedo sentir el olor de la sangre. Han caído muchos a tu izquierda y a tu derecha, pero el Señor te ha mantenido de pie…”, y luego empezó a hablar de cada uno de los eventos de mi vida. Recuerdo haber empezado a llorar, saber que Dios no te ha perdido de vista es un descanso. Luego de la palabra de ciencia vinieron más palabras y entre tantas, el recordatorio: “las naciones”.
Decidí que pasaría un tiempo congregándome en La Casa, mientras la marea bajaba, mientras descansaba de la época dolorosa que me había visitado y cada vez que decidía que ya estaba bien y podía irme, el Señor me decía que me quedara, que obedeciera. En un Sobredosis, Estado de Guerra, al que entré con un auxilio económico, un gringo que nunca volví a ver, respondió la pregunta que le hice al Señor antes del evento: “Dime si me quedo acá o me voy”; su respuesta no fue concluyente, entre muchas cosas que me dijo, una decía: “si te quedas en esta casa, el Señor te va a poner en plataformas”. Todo se ha cumplido hasta hoy y, sin poner un peso, ya pasé por Perú, El Salvador y Brasil. Incluso estuve en México.
Escribí solo para contarles por qué lloré frente al mar de Salvador de Bahía mientras conversaba con El Señor. Porque sus promesas se cumplieron a pesar de que no las busqué, porque a pesar de que le fallé en repetidas ocasiones, Él decidió ser fiel. Pero también lo hice para pedirte un favor: cada vez que esto puede ser gratis, más propósitos de Dios tienen la posibilidad de realizarse. Ahora solo quiero pedirte que consideres ser un patrocinador de Sobredosis para que en este año abramos las puertas a más posibilidades de ver gente realizando los sueños que Dios ha soñado para ellos. Escríbenos si estás interesado.
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